En el momento que nuestros niños se enfrentan a un partido, el juego nos obliga a estar ordenados, es decir, a tener repartidos los espacios del terreno, saber que unos jugadores ocupan las zonas próximas a nuestra portería, otros las zonas intermedias y los últimos aprovechan las zonas de la portería rival. No es buena idea que todos corran detrás del balón, sin sentido, como las abejas a la miel.
Esa ocupación del terreno de juego nos llevará a los sistemas de juego, los que nos orientan en ataque y defensa. No son posiciones rígidas. Deben ser flexibles, adaptadas a nuestros jugadores, a los rivales, a las características del campeonato, entre otras variables.
Parece ser que lo de entrenar táctica, movimientos ofensivos y defensivos más sistemas de juego, está mal visto porque resta creatividad a los niños. Nada más lejos de la realidad. El orden facilita el éxito de la tarea, provoca seguridad desde la que intentar cosas diferentes, activa la creatividad y nos une como grupo.
No puedo entender a aquellos entrenadores de menores, que no dediquen parte de cada entrenamiento del año a mejorar los sistemas de juego para que sus futbolistas piensen, entiendan el fútbol y se desarrollen como conjunto y como individuos.
Todo lo que no sea empezar a formar a los jóvenes desde el orden, saber de qué juego y qué tengo que hacer, es perder el tiempo de manera lamentable.
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