Hace unas semanas una madre me preguntó a qué club de fútbol podría apuntar a su hijo de 7 años. Al niño le encanta el fútbol, ha practicado otros deportes pero lo que más le gusta es el balón y la portería. Parece ser que no se le da nada mal.
Mi respuesta fue que lo llevaría a un club próximo a casa. A estas edades considero más importante los estudios y el aprovechamiento del tiempo en diferentes actividades, que centrarlo exclusivamente en el mundo de la pelota. Si vale y es competente, ya tendrá tiempo de jugar en clubes de mayor relevancia.
Habría que preguntar por el entrenador que se haría cargo del chico. Solicitaría una entrevista para conocerlo personalmente, y después pediría información a otras personas sobre el trato que dispensa a sus jugadores, dentro y fuera del terreno de juego. Me preocuparía por conocer qué valores deportivos y humanos le va a transmitir. Quiero saber si es coherente con lo que dice, hace y piensa.
Después de conocer la persona que tratará al chico, me interesaría por el grupo de compañeros que tendrá su hijo. Nivel de compañerismo, de trato con los padres y madres, nivel de relación entre las familias, es decir, si son personas educadas y correctas que no generan conflictos, o más bien todo lo contrario. El nivel deportivo también es importante, por lo que puedan aportar y mejorar al muchacho.
El aspecto económico de las cuotas a pagar sería otro de los puntos a revisar. Hay que ver si están a mi alcance o no. Lo último sería la información sobre las instalaciones, material y nivel deportivo del club.
La opción de los clubes profesionales queda descartada a esta edad. Respeto a las familias que tengan el objetivo de que su hijo del alma llegue a ser estrella del fútbol mundial, y piensen que lo mejor es llevarlo cuanto antes a los menores del Madrid, Barcelona, Sevilla, A.T. Madrid y demás. Estas entidades buscan jugadores muy maduros, centrados emocionalmente, disciplinados, capaces de superar adversidades deportivas rápidamente, y eso se consigue si el entorno es favorable. Ese entorno, cuando un niño destaca mucho, se encuentra cerca de casa, con los amigos de toda la vida, los que te quieren y no te envidian, que se alegrarán si un día triunfas. "Yo jugué con él", dirán. En un club profesional la frase, en la mayoría de los casos, de los compañeros que se quedaron en el camino será "él tenía padrino y yo no".
No hay nada mejor que rodear a los niños de gente positiva, entrenadores que se preocupen por ellos, por su formación, por su mejora personal, que no pongan nerviosos y eleven las expectativas por encima de lo que se puede alcanzar. Estas condiciones se dan muy a menudo cerca de casa. Hay pocas excepciones. Yo no conozco ninguna.
Si queremos lo mejor para nuestros hijos, pensemos mejor antes de decidir. Se piensa con el cerebro, no con el bolsillo, con los ojos o las uñas.
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